Gestión de Emociones

La diferenciación de las conciencias (I)

Ahora que se acerca Navidad, vamos a hablaros de la diferenciación de las tres conciencias, y por ello recurrimos a nuestro creador de las constelaciones familiares. ¡No os perdáis este primer artículo donde desarrollaremos la primera de ellas, la conciencia personal! Y durante los próximos martes iremos desvelando el significado y la diferencia con el resto de ellas.

LA DIFERENCIACIÓN DE LAS CONCIENCIAS -BERT HELLINGER

Hay 3 tipos de conciencias cada una de las cuales constituye un campo espiritual.
La primera de ellas es la conciencia personal; es estrecha y tiene un alcance limitado. A través de su diferenciación entre el bien y el mal reconoce la pertenencia de algunos únicamente, excluyendo a los otros.

La segunda conciencia es la conciencia colectiva; es más amplia y también defiende los intereses de los que fueron excluidos por la conciencia personal. Por eso está frecuentemente en conflicto con la conciencia personal. Entretanto, esa conciencia también tiene un límite porque abarca solamente a los miembros de los grupos que dependen de ella.

La tercera conciencia es la conciencia espiritual y supera los límites que las otras conciencias establecen a través de la diferenciación entre bien y mal, y entre pertenencia y exclusión.

LA CONCIENCIA PERSONAL

El vinculo
Tenemos la vivencia de esta conciencia estrecha como buena y mala conciencia. Nos sentimos bien cuando tenemos buena conciencia y mal cuando tenemos mala conciencia.

¿Qué es lo que acontece cuando tenemos buena conciencia y qué cuando tenemos una mala conciencia? ¿Qué precede a la buena y a la mala conciencia para que sintamos buena o mala conciencia?

Si observamos exactamente lo que ocurre cuando tenemos buena o mala conciencia podemos percibir que tenemos mala conciencia cuando pensamos, sentimos y hacemos algo que no está en sintonía con las expectativas y las exigencias de las personas y grupos a los cuales queremos pertenecer y a los que frecuentemente también necesitamos pertenecer. Eso significa que nuestra conciencia vela para que nos mantengamos conectados con esas personas y grupos. La conciencia percibe de inmediato si nuestros pensamientos, deseos y acciones ponen en peligro nuestro vínculo y nuestra pertenencia a esas personas y grupos. Cuando nuestra conciencia percibe que nos alejamos de esas personas y grupos a través de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, ésta reacciona con un sentimiento de miedo a perder nuestro vínculo con estas personas y grupos. Sentimos ese miedo como mala conciencia.

Inversamente, cuando pensamos, deseamos y actuamos de manera que nos movemos en sintonía con las expectativas y exigencias de esas personas y grupos, sentimos que pertenecemos y tenemos la certeza de que podemos pertenecer. El sentimiento de habernos asegurado nuestra pertenencia lo sentimos como bueno y benéfico. No necesitamos estar preocupados por que se interrumpa de pronto el contacto con esas personas y grupos y por experimentarnos solos y sin protección. Sentimos como buena conciencia el sentimiento seguro de poder pertenecer.

La conciencia personal nos une, por lo tanto, a personas y grupos que son importantes para nuestro bienestar y nuestra vida. Entretanto, dado que esa conciencia nos une solamente a determinadas personas y grupos y simultáneamente excluye a otros, es una conciencia estrecha.

Esta conciencia fue de suma importancia para nosotros cuando éramos niños. Los niños hacen cualquier cosa para pertenecer pues sin esa unión y sin ese derecho a pertenecer estarían perdidos. La conciencia personal asegura nuestra supervivencia junto a las personas y grupos que son importantes para nosotros. De ahí que su función sea, como no podría ser menos, muy apreciada. Vemos también la importancia que la conciencia personal ocupa en nuestra sociedad y en nuestra cultura.

En el contexto de lo que es bueno o malo, podemos observar que las diferenciaciones que hacemos son diferenciaciones de esa conciencia. Estas diferenciaciones establecen en qué medida algo asegura nuestra pertenencia y en qué medida la pone en peligro.

Aquello que asegura nuestra pertenencia lo vivimos como bueno. Lo vivimos como bueno a través de la buena conciencia sin que necesitemos reflexionar mucho acerca de si es realmente bueno cuando se observa más atentamente a cierta distancia, o si puede incluso ser malo para otra persona. Aquí lo que denominamos bueno es solamente sentido – sentido como algo bueno.

Por lo tanto sentimos y defendemos lo bueno de modo irreflexivo, como algo bueno aunque al observador que está fuera de ese campo espiritual le parezca que es algo extraño, que pone en peligro la vida de muchos en lugar de colocarse a su servicio.

Evidentemente, lo mismo es válido para lo malo. Además, sentimos lo malo con más fuerza que lo bueno, porque lo malo está unido con el miedo a perder nuestra pertenencia y al mismo tiempo nuestro derecho a vivir.

La diferenciación entre lo bueno y lo malo sirve, por lo tanto, a la supervivencia dentro del propio grupo. Sirve a la supervivencia del individuo en su grupo.

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